El Hybrid

 “Porque me duele si me quedo

pero me muero si me voy.

Por todo y a pesar de todo, mi amor,

yo quiero vivir en vos.”

 

Despierto desorientado, sobresaltado, ahogando un grito generado en el sueño que estuvo a punto de volverse realidad. Miro a mí alrededor. La televisión está prendida en el canal de siempre, su sonido se entremezcla con el incansable ruido que generan los ríos cloacales, ubicados tras los muros de mi “hogar”.

Me levanto de la cama, abro la puerta, el ruido se hace mas intenso, la fría brisa golpea en mi cara, mezclada con un pestilente olor que me genera nauseas. Como todos los días, me acerco a la orilla, agacho la cabeza y vomito abundantemente. “Es el precio de un buen escondite” pienso. Me lavo la cara, hago mis necesidades básicas en este improvisado y enorme “baño” y vuelvo a mi habitación/casa.

Me tiro sobre la cama, trato de recordar el sueño, sin resultados. Solo resuena en mi cabeza aquella frase, escrita hace tiempo por María Elena Walsh, autora de varios cuentos y canciones de mi infancia, una de mis heroínas en aquellos tiempos.

Pensando en el motivo por el cual esa frase resonó en mis sueños, aparecieron desordenadamente infinitos pasajes de mi memoria, desde la primera vez que toqué un arma, hasta unos meses atrás.

Imágenes muy nítidas, a pesar del tiempo transcurrido, me recordaron el día en que tomé el examen de ingreso, para poder entrar al “Instituto de Educación Infantil en Armamento de Defensa (IEIAD)”. Tenía 10 años entonces y no conocía nada del régimen político que subyugaba, y aún oprime al mundo. Un régimen que, al compararlo con el de 1984, convierte a éste en un gobierno benévolo dentro de todo. Por entonces había solo tres potencias mundiales, surgidas a partir de la conquista del resto de los territorios.

Oceanía, la mas poderosa de ellas, estaba en constante guerra con una y aliada con la otra, cambiando de bandos cada cuatro años, o cuando más le convenía. Regida por “El Gran Hermano”, su política de gobierno fue la del miedo, el odio, la conformidad, la ignorancia. Sus miembros eras vigilado constantemente por unas “telepantallas” que controlaban no solo sus movimientos, sino que también medían sus pulsaciones, no podían leerle la mente, pero adivinaban sus movimientos mediante el estudio de su respiración, entre otras cosas. No recuerdo mucho, pero comparado a como están las cosas ahora, esos eran buenos tiempos.

Oceanía terminó por conquistar a las otras dos potencias, formando una sola potencia mundial llamada “Oceanía Mundial”. Me genera gracia pensar en la creatividad que tuvo el Gran Hermano al pensar el nombre. Tiempo después, el gobierno sufrió un golpe de estado, el líder fue “vaporizado”, en otras palabras, eliminado, no solo del mundo, sino también de la historia. El nuevo dictador, conservó el nombre, pero su imagen cambió, en las telepantallas, empezaron a aparecer fotos del nuevo líder, un hombre obeso, con un parche en el ojo y una imponente barba. Llevaba el típico traje militar. Algo irónico, ya que la guerra ya no existía y el mundo se había unificado

Las telepantallas comenzaron a transformarse también. Su enorme tamaño fue disminuyendo hasta convertirse en un simple punto en la pared, que a la vez escondían un completo arsenal de armas, que empleaban apenas detectaban un simple pensamiento en contra del líder. Más de 10 mil millones de personas fueron rápidamente juzgadas y vaporizadas casi instantáneamente gracias a éstas maquinas. El mundo parecía haber vuelto a la paz, el Gran Hermano se sentía tranquilo, pensando que no habría nada que se interpusiera en su interminable gobierno mundial, hasta que nací yo.

 

Desde que aprendí a leer, a los 4 años, siempre me gustaron las historias de Ciencia Ficción. Todo ese concepto de irrealidad, habilidades imposibles de obtener en el mundo real, poderes sobrenaturales, y la interminable guerra entre los humanos y los “Hybrid” me llamaron la atención. Cada año iba al mercado clandestino y me compraba un nuevo volumen de una secuela de libros llamada “Hybrid vs. Humans”, escrita por María Elena Walsh, quien se había resignado del género infantil, ya que los niños fuimos perdiendo interés en aprender los colores a través de canciones y leer cuentos con moraleja en donde el bien siempre ganaba.

“Hybrid vs. Humans”generó sensación desde su primer lanzamiento. Era una sádica y bélica novela que trataba sobre unas bestias mutantes que actuaban solamente por instinto. Su mayor hobby, era simplemente asesinar. Mataban a cualquier ser viviente que se les cruzaba por el camino, exceptuando a los de su misma especie. Eran capaces de correr incontables kilómetros a una insuperable velocidad, atravesar un muro de 5 metro de anchura con un solo golpe del puño, expulsar un liquido viscoso y ácido a través de los ojos, y un sinnúmero de habilidades hasta el momento solo relacionadas con los animales, estas bestias eran una especie de híbridos entre animales y humanos, de ahí su nombre.

El día de mi examen de ingreso, había acabado de leer el sexto volumen de “Hybrid vs. Humans 6”, el volumen final, donde ningún ser humano había sobrevivido y los Hybrid acabaron autodestruyéndose generando una violenta reacción en cadena que aniquiló al universo entero en una explosión catastrófica.

Me sentía sumamente complacido, no solo por el hecho de que haber leído seis libros de 3750 hojas cada uno, para un niño huérfano de 10 años de edad, suponía una tremenda hazaña, sino que el hecho de que los Hybrid habían ganado la guerra, más allá de su catastrófico final, de una extraña forma me hizo sentir enormemente satisfecho.

El examen me resultó bastante fácil, parecía como si yo hubiera nacido para utilizar armas, lo aprobé con honores. El plan educacional era de siete años, pero yo lo terminé en cinco. Mi transcurso por el instituto no fue para nada sereno. El primer año, maté accidentalmente a más de cinco compañeros durante las prácticas matutinas, lo cual me generó varias visitas a la oficina del director, amenazas por parte de los familiares de la víctima y muchas advertencias de expulsión por parte de las autoridades.

Los siguientes años, cometí muchísimos asesinatos mas, pero ya no eran meros accidentes. Cada chico o chica que me golpeara, molestara o simplemente me mirara mal, a la semana terminaba en la morgue. La mayoría de las veces no me descubrían, pero cuando lo hacían, quedaban muy asombrados por la meticulosidad con la que planeaba los homicidios y por ésta razón, nunca me expulsaron.

Ocurrió a los 15 años, días después de la graduación, cuando lo descubrí. Fue como un sueño hecho realidad.

 

Me encontraba en la plaza central de la ciudad, festejando con mis compañeros el haber terminado los estudios. Él me empujó. Mi enemigo de toda la infancia, el único que, por alguna razón que nunca acabé por comprender, no maté. Sentía la necesidad de enfrentarme cara a cara con él. Y el momento había llegado.

No reaccioné rápido, por lo que me desplomé en el piso como una bolsa de papas. Pero con la misma rapidez con la que me caí, me levanté, me dirigí hacia él, mirándolo directamente a los ojos. Frené la marcha a un solo metro de distancia. No dijimos ni una palabra y nos mantuvimos así durante un buen tiempo. Entre nosotros solo había odio, un odio inexplicable.

El resto se acumuló a nuestro alrededor, a una distancia prudente. El silencio era tan denso que se volvía audible durante cortos períodos de tiempo. El viento sopló, y nos dio la señal.

La pelea comenzó, pero duró menos de lo que cualquiera se pudo imaginar. Una piña directa y un ágil movimiento. Respondí audazmente con un gancho al estomago. En mi mente ya tenía toda la pelea figurada. El gancho lo haría agacharse del dolor inevitablemente, lo cual me permitiría encajarle un buen rodillazo en la nariz. Levantaría la cabeza, y recibiría una oleada de ganchos en el mentón y piñas en los cachetes.

Sin embargo, ocurrió algo q cambió el curso de mi vida definitivamente.

Como había previsto, el golpe gancho le pegó en la panza y lo hizo agacharse, pero penetró, literalmente, en su estómago. Se escucharon varios gritos ahogados provenientes de los curiosos que observaban. Nadie podía ver mucho, y por eso en ese preciso momento no hubo una gran reacción. Sólo yo y mi enemigo podíamos observar, ambos atónitos, lo que estaba ocurriendo. No reaccionamos al instante, se nos detuvo el tiempo parcialmente, lo que estaba pasando no era algo normal, nada concebible por una simple mente humana.

Por mi brazo derecho, comenzó a correr un pequeño hilo rojo que, al llegar a mi codo, se fue acumulando hasta formar una gota de considerable tamaño que se soltó de mi piel y se desplomó, dejando una buena mancha, en el piso de cemento.

Casi instantáneamente, alrededor del brazo que tenía penetrado en su estómago, comenzó a fluir abundantemente una morbosa mezcla de sangre y ácido estomacal que al hacer contacto con el piso, salpicó a todos los espectadores e hizo un tremendo ruido.

Se volvieron a escuchar gritos, pero éstos no eran meros gritos ahogados. Las mujeres estallaron con fuertes alaridos de miedo mientras q los hombres no se contuvieron y chillaron de igual forma. La mitad de los espectadores se dispersó desesperada mientras que el resto se mantuvo inmutable, perturbados por la escena.

El pánico y la sorpresa me recorrieron todo el cuerpo. Casi instantáneamente extraje el brazo del agujero violentamente, lo que generó un torrente de sangre q impactó contra mi abdomen. El piso se encontraba inundado de sangre. Él se derrumbó en el suelo, salpicando. Estaba muerto.

Emprendí la corrida. Lagrimas en los ojos. El corazón me latía muy fuerte. Me sentía agitado y confundido. Iba tan concentrado en el miedo que sentía dentro de mí, que no noté que estaba corriendo a una velocidad inimaginable. Atravesé varios miles de kilómetros en cuestión de minutos. Me escondí en la primera cueva que encontré en medio de una zona deshabitada, y permanecí allí durante unos días.

Pasé días y noches sin dormir, dando vueltas por el interior de la cueva, golpeando las paredes, provocando miniterremotos y un colosal aumento en el tamaño de la caverna. Hasta que un día, la respuesta llegó a mi, en forma de sueño. Soñé con mis padres, a quienes nunca vi en vida.

Mi padre fue el último Hybrid. Se enamoró de mi madre, una simple mortal, rompiendo toda ley establecida. Se escondieron en la misma cueva donde me encontraba alojado, y allí fue donde nací. Poco después ambos fueron asesinados, y yo heredé su legado.

Desperté precipitado, transpirando. No parecía posible, pero a la vez, era la única explicación. Ese día lo comprendí. Soy un Hybrid, en todo sentido de la palabra, mitad sangre humana y mitad Hybrid puro. Un “Hybrid Híbrido”.

Al mismo tiempo, escuché un sordo ruido q provenía desde la entrada. Instintivamente comencé a cavar en dirección contraria. Me escapé.

Desde ese entonces, mi vida se convirtió en algo muy monótono. Me resguardaba en el primer escondite que hallaba, durante unas pocas semanas. Me encontraban. Yo escapaba, causaba un par de estragos en las distintas ciudades y luego me volvía a esconder. Mientras tanto iba adquiriendo las distintas habilidades que caracterizan a un Hybrid.

Mis pensamientos son interrumpidos. Oigo un sordo ruido, similar al que oí ese día en la cueva. Me incorporo sobre la cama. Ruido potente. La puerta vuela, acompañada por el negro humo de la explosión, en dirección a mi cabeza. La sorpresa de este hecho me impide reaccionar, por lo que el objeto me golpea directamente en la sien. Se apagan las luces, escucho pesados ruidos de botas acercándose. Unas palabras mal pronunciadas atraviesan mis oídos, no las comprendo. No escucho nada más.

 

Me despierto, totalmente encadenado con fuertes cadenas de titanio. Trato de moverme pero no lo logro. Se enciende una luz cegadora, a la cual me cuesta acostumbrarme. Entra un hombre vestido de negro, manteniéndose en la poca sombra de la habitación. Me mira directamente a los ojos. Los suyos resplandecen reflejando el brillo de la lámpara. Esa mirada, me parece haberla visto en algún lado. La cabeza me taladra con un dolor intenso.

Se acerca, surge de entre las sombras. El pánico de apodera de mi rostro. Es Él.

­­— Tanto tiempo — comenta sin emoción alguna, sin cambiar la seria expresión de su rostro. Está sin remera. Lo hizo al propósito. Abarcando casi toda la panza, puedo visualizar una horrible cicatriz. Casi adivinando mis pensamientos, la señala con el dedo índice. Su expresión es de odio, la misma expresión que presentaba su rostro el día de nuestro enfrentamiento.

— ¿Te acuerdas? — su voz se quiebra repentinamente. Un penetrante escalofrío recorre mi espina dorsal. Trato de decir algo, pero de mi boca no sale absolutamente nada.

— ¿Pensaste que había muerto, no? — pregunta. Espera una respuesta. No logro articular ni siquiera una letra. Consigo, con mucha dificultad menear la cabeza verticalmente.

— Te equivocaste. — Regresa el tono serio a su voz — El Gran Hermano me curó. Desperté semanas después del hecho, desnudo, dentro de un tubo cristalino lleno de un extraño líquido verde, inhalando oxígeno a través de un aparato de respiración artificial. Mi panza se encontraba sin cobertura, rodeada de nanobots ocupados en reparármela lentamente. Nunca supe donde me hallaba específicamente, ya que meses mas tarde, me desperté en la IEIAD, dentro de la Sala de Entrenamiento, con una pesada arma en mis manos y una foto tuya de tamaño real enfrentándome. — Su voz se quiebra nuevamente — Instintivamente comencé a disparar, hasta acabar todas y cada una de las balas. Lo comprendí. Juré buscarte hasta las más recónditas regiones del planeta, y vengarme.

— Pero… — comienzo a hablar, sin saber bien que voy a decir.

— ¡Pero NADA! — me interrumpe. Sus ojos lagrimean pero su expresión no es de tristeza, es de odio, ira y furia. Su voz se vuelve colérica. — Mira, te diré lo que te voy a hacer. Me di cuenta de que con matarte no bastaría, no me generaría el suficiente placer. Simplemente voy a torturarte dolorosamente, todos los días. No podrás escapar de aquí pero, si lo llegas a lograr, ¡Morirás! — De su boca surge una repentina y sutil sonrisa — Si. Como lo escuchaste. Hemos logrado desarrollar un arma que, con un simple disparo, te aniquilará. La fortaleza está rodeada de guardias que dispararán a cualquier ser vivo que se les cruce por en medio, una vez activada la alarma.

  

“Porque me duele si me quedo

pero me muero si me voy.”

  

La frase vuelve a resonar en mi mente. Pero esta vez la comprendo.

— Me dolerá si me quedo, pero moriré si trato de irme. — pienso en voz alta.

— Exacto — me responde fastidiado y divertido a la vez. Cierra la puerta de un golpe. Angustiosa oscuridad. Silencio Absoluto. Ni el mas mínimo rayo de luz se anima a penetrar en la habitación, lo cual me sumerge en eso, una desesperante y angustiosa oscuridad. Comprendo mi situación. Pero necesito encontrar una solución ¡YA! Comienzo a llorar. Este es mi fin.  

 

“Por todo y a pesar de todo, mi amor,

yo quiero vivir en vos.”

 

Abro los ojos excesivamente. Ahora lo comprendo, todo. Esta frase siempre me pareció romántica. “Mi amor”, algo obvio. Pero no. Tiene un mayor significado, y ahora lo puedo vislumbrar. Es amor, si, pero un amor mas generalizado y a la vez mas enfocado. Amor, a la patria, al mundo, al planeta que me vio nacer, a la gente que me conoce y a la que no. La que me quiere, la que me odia, la que es indiferente hacia mí. Amor a la naturaleza, que me alimentó y protegió gracias a sus cuevas y refugios naturales, pero a la vez me lastimó, con sus erupciones volcánicas, tormentas eléctricas, etc.

Amo esto, el país en que vivo, el único que existe. Y “yo quiero vivir en él”.

Aparecen en mi mente, las imágenes del último capitulo de “Hybrid vs. Humans”. Recuerdo todo lo ocurrido momentos antes de la gran explosión. En el libro nunca se mencionó su causa. Pero ésta apareció en mis recuerdos, tan intensamente como si ya lo hubiera vivido. En ese momento supe exactamente que hacer.

Yo quiero vivir en este mundo, pero si obligatoriamente tengo q irme, ME LO LLEVARÉ, junto con todo y todos los que habiten en él.

Cierro los ojos, y concentro mis pensamientos en acumular energía. Mi temperatura corporal aumenta considerablemente, a tal punto que las cadenas comienzan a derretirse paulatinamente como si fueran queso en un microondas. Empiezo a temblar súbitamente, el color de mi piel varía, cambia de tonalidad a cada segundo, los temblores aumentan gradualmente. Ya estoy libre de las cadenas pero aun sigo encerrado en ésta habitación.

La oscuridad se vuelve luz, que a su vez se convierte en oscuridad. El aire se vuelve irrespirable, y a la vez lo puedo respirar.

Aún con los ojos cerrados, poco a poco aparecen las imágenes en mi cabeza de distintas partes del mundo, afectadas por terremotos, huracanes, tsunamis. La gente, desesperada. Corre de un lado a otro sin dirección alguna, pensando simplemente en intentar sobrevivir. Pero no lo logran, poco a poco todos los seres humanos son arrasados por lava volcánica, casas derrumbadas, etc.

El mundo entero comienza a temblar al unísono. Un terremoto de 30 grados en la escala de Richter. Algo imposible para la mente humana, pero que está ocurriendo en este mismo momento.

La piel se desprende de mi cuerpo. Por entre las rendijas que va dejando, empiezo a  emanar una luz cegadora, amarilla.

El núcleo de la Tierra se sobrecalienta. Mi cuerpo ya no es un cuerpo. Se ha convertido en luz, y solo eso.

Ya no hay gravedad. Pedazos de corteza terrestre vuelan por los aires, penetrando paulatinamente en la infinidad del universo. El núcleo emana una luz aun más cegadora.

Ya no hay Tierra, propiamente dicha. Solo un enorme “agujero negro” de color amarillo. Toda oscuridad es absorbida por éste. El universo ahora es un simple vacío de luz.

 

“Porque me duele si me quedo

pero me muero si me voy.

Por todo y a pesar de todo, mi amor,

yo quiero vivir en vos.”

 

Logré mi cometido.

Me dolió, me morí, yo vivo en el mundo, el mundo vive en mí.


JuanFra

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