Paranoia Adolescente

Una noche tranquila, el cielo estrellado, la suave brisa fresca que al pegarte en la cara te refresca en una calurosa noche de verano, y yo, un simple adolescente abrumado por sus problemas, yacía en el pasto de la Plaza de Mayo, descansando, después de un día agitado.

Marginado por mis compañeros del colegio, maltratado por mi familia, escaparme hacia la tranquilidad de la plaza al anochecer era la única manera de evadirme de mi cruel realidad.

Era una noche como cualquier otra noche de verano, pero yo sentía un ambiente diferente, todo parecía mas tranquilo que lo normal, el aire se sentía más denso y yo, como si fuera poco, me moría de sueño.

El silencio, el agradable viento y el cómodo pasto podían conmigo y, al final, me dormí vencido.

Soñaba con un lugar inexistente, con un lugar en el que yo era aceptado y en donde era muy feliz, un lugar prácticamente imposible.

De repente, sentí que un aire frío me atravesaba el rostro, y una escalofriante sensación me recorrió todo el cuerpo.

Me levanté asustado, con el corazón latiendo más rápido de lo normal, miré hacia todos lados y un impulso que no pude controlar me incitó a salir corriendo.

Corrí varias cuadras hasta que tropecé con una rama de árbol. Desesperado traté de levantarme, pero ya era tarde, algo me agarró del pie y me arrastró hacia atrás, me golpeé la cabeza con la misma rama y me desmayé.

Me despertó una luz enceguecedora, aun estaba confundido por el golpe, no sentía mi cuerpo, era como si no lo tuviera, o como si estuviera bajo el efecto de una potente anestesia.

Cuando abrí los ojos, vi a unos extraños seres verdes observándome. Eran cabezones y con unos enormes ojos negros. Al bajar la vista, horrorizado, vi que todo mi cuerpo estaba ensangrentado, abierto y, vacío. Y a mi izquierda, sobre una mesa, estaban todos mis órganos internos, desparramados.

La morbosidad de aquella escena me asustó y me dio tanto asco, que empecé a sentir náuseas y ganas de vomitar, algo irónico si tomamos en cuenta que no tenía mi aparato digestivo en el cuerpo.

El pánico se apodero de mí y trate de moverme, inútilmente, para poder escapar.

Mi mente se agitaba y mi frente comenzó a sudar, así que, rendido, me desmaye una vez más.

Desperté repentinamente en medio de la plaza, rodeado por las mascotas de los paseadores matutinos.

Me levanté agitado y salí corriendo, queriendo no volver más a ese espantoso lugar.

Como nunca antes en mi vida, sentía la sensación de que alguien me vigilaba. No sabía quien, no sabía donde, no sabia como, pero sabia que alguien, o algo, me vigilaba.

No podía quedarme con el secreto guardado, con la intriga de saber si lo que había pasado era real, pero no podía pagar un psicólogo, así que, por primera vez en mi vida, tuve que confiar en mis padres. Supuse que ellos me entenderían y tratarían de ayudarme. Mala suposición: lo único que conseguí fu que me trataran de loco.

A mis compañeros del colegio, ni les dije, no tenia caso. Hablé con la tutora, una profesora comprensible, ella trató de consolarme, diciéndome que solo estaba alucinando y que esa sensación de que alguien me perseguía era solo un pequeño trauma del que me recuperaría fácilmente.

Pero yo estaba convencido de que lo que había pasado era real. Busque ayuda en otros lugares pero siempre recibía la misma respuesta.

La sensación de ser perseguido crecía cada vez más y yo ya no la soportaba.

Dos semanas después, cuando ya estaba llegando al borde de la locura, sonó el timbre de mi casa, abrí la puerta e, intrigado, miré al policía que tenia en frente.

Lo invité a pasar y él con gusto acepto. Después de charlar un rato, me confirmo lo que me temía. Traía una orden de internación para mí en el psiquiátrico de la ciudad, emitida por el gobierno gracias a la denuncia de una persona anónima.

Mi alteración llegó a un límite. Le lancé el primer objeto que tenia al alcance de mis manos, con el cual le di un duro golpe en la cabeza.

La sensación de que me perseguían estaba más latente que nunca. Revise al policía inconsciente, le saque la única arma que llevaba consigo y eche a correr lo más rápido que pude, huyendo de nada, hacia el único lugar al que podía ir.

Aquí estoy, recostado en el piso, donde todo había comenzado. Las estrellas están más brillantes que nunca, la enorme luna llena, el viento soplando fuerte y los árboles moviéndose, siguiendo su ritmo. Es una hermosa noche para terminar con este sufrimiento.

Con la semiautomática apuntándome a la cabeza, en lo único que pienso es en que mañana encontraran mi cuerpo, pondrán una nota en el diario Clarín con un titulo como: “Encuentran a un adolescente muerto en la Plaza de Mayo”. Algunos leerán la nota con interés y harán comentarios al respecto. Pero al cabo de una semana desapareceré, pasare a ser otro capitulo olvidado de la historia. Solo pienso en que del otro lado, tendré una segunda oportunidad para vivir a mi manera.

Con lágrimas en los ojos pero una sonrisa en la boca, aprieto el gatillo, todo se acaba al fin. 

JuanFra
© Copyright
Todos los derechos reservados

 

Contacto!